sábado, 20 de junio de 2009

Comunismo y fracturas ideológicas católicas explican la leyenda contra Pío XII


Entrevista con el director de “L’Osservatore Romano”

La leyenda negra sobre el Papa Pío XII (Eugenio Pacelli), que lo acusa de cercanía con el nazismo, tiene dos causas, según el director de “L’Osservatore Romano”: la propaganda comunista y las divisiones dentro de la Iglesia.


Giovanni Maria Vian las ha expuesto en una entrevista concedida a ZENIT con motivo de la publicación de un libro que ha coordinado con el título “En defensa de Pío XII. Las razones de la historia” (”In difesa di Pio XII. Le ragioni della storia”, Venezia, Marsilio, 2009, pagine 168, euro 13).

El volumen fue presentado el miércoles pasado por el cardenal secretario de Estado, Tarcisio Bertone, y por los historiadores Giorgio Israel (Universidad de Roma La Sapienza), Paolo Mieli (Universidad de Milán, director en dos períodos del diario “Il Corriere della Sera”) y Roberto Pertici (Universidad de Bérgamo).

El director del diario vaticano, historiador, no duda en utilizar la expresión “leyenda negra”, pues de hecho el Papa Pacelli, que al morir, en 1958 recibió elogios unánimes por la obra desempeñada durante la segunda guerra mundial, luego fue realmente “demonizado”.

¿Cómo ha sido posible un cambio tan radical de su imagen en unos pocos años, más o menos a partir de 1963?

Propaganda comunista

Vian atribuye en primer lugar esta campaña contra el Papa a la propaganda comunista, que se intensificó en tiempos de la guerra fría.

“La línea asumida en los años del conflicto por el Papa y la Santa Sede, contraria a los totalitarismos pero tradicionalmente neutral, fue en la práctica favorable a la alianza contra Hitler y se caracterizó por un esfuerzo humanitario sin precedentes que salvó muchísimas vidas humanas”, observa.

“Esta línea fue de todos modos anticomunista y por esto, ya durante la guerra, el Papa comenzó a ser acusado por la propaganda soviética de complicidad con el nazismo y sus horrores”.

El historiador considera que, “si bien Eugenio Pacelli siempre fue anticomunista, nunca pensó que el nazismo pudiera ser útil para detener al comunismo, sino todo lo contrario”, y lo prueba con datos históricos.

En primer lugar, “apoyó entre el otoño de 1939 y la primavera de 1940, en los primeros meses de la guerra, el intento de golpe contra el régimen de Hitler por parte de círculos militares alemanes en contacto con los británicos”.

En segundo lugar, Vian explica que, tras el ataque de Alemania a la Unión Soviética a mediados de 1941, Pío XII en un primer momento se negó a que la Santa Sede se uniera a la “cruzada” contra el comunismo –como era presentada– y luego desplegó sus energías para superar la oposición de muchos católicos estadounidenses a la alianza de los Estados Unidos con la Unión Soviética contra el nazismo.

La propaganda soviética, recuerda el experto, fue recogida eficazmente por la pieza teatral “Der Stellvertreter” (”El vicario”) de Rolf Hochhuth, representada por primera vez en Berlín, el 20 de febrero de 1963, en la que se presentaba el silencio del Papa como indiferencia ante el exterminio de judíos.

Ya entonces, constata Vian, se denunció que la obra teatral relanza muchas de las acusaciones de Mijail Markovich Scheinmann en el libro “Der Vatican im Zweiten Weltkrieg” (”El Vaticano en la segunda guerra mundial”), publicado precedentemente en ruso por el Instituto Histórico de la Academia Soviética de las Ciencias, órgano de propaganda de la ideología comunista.

Y una nueva prueba de la oposición de Pío XII al nazismo es el hecho de que los jefes del Tercer Reich consideraban al Papa como un auténtico enemigo, según lo demuestran los documentos de los archivos alemanes, que no por casualidad habían sido cerrados por la Alemania comunista, y que sólo han podido ser abiertos y estudiados recientemente, como lo muestra un artículo de Marco Ansaldo en el diario italiano “la Repubblica” del 29 de marzo de 2007.

El libro editado por Vian recoge un texto del periodista e historiador Paolo Mieli, un escrito póstumo de Saul Israel, biólogo, médico y escritor judío, artículos de Andrea Riccardi, historiador y fundador de la Comunidad de San Egidio, de los arzobispos Rino Fisichella, presidente de la Academia Pontificia para la Vida, y Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura, del cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado y, por último, la homilía y dos discursos de Benedicto XVI pronunciados en memoria de Pío XII.

División eclesial

Pero la “leyenda negra” contra Pío XII también ha tenido promotores dentro de la Iglesia, a causa de la división entre progresistas y conservadores, que se acentuó durante y después del Concilio Vaticano II, anunciado en 1959 y clausurado en 1965, afirma el director.

“Su sucesor, Juan XXIII, Angelo Giuseppe Roncalli, muy pronto fue presentado como el ‘Papa bueno’, y poco a poco fue contrapuesto a su predecesor: por el carácter y el estilo totalmente diferentes, pero también por la decisión inesperada y sorprendente de convocar un concilio”.

Las críticas católicas al Papa Pacelli habían sido precedidas, en 1939, por los interrogantes del filósofo católicos francés Emmanuel Mounier, quien criticó el “silencio” del Papa ante la agresión italiana de Albania.

Pío XII fue criticado también por “ambientes de polacos en el exilio” que le echaban en cara el silencio ante la ocupación alemana.

De este modo, cuando a partir de los años sesenta en la Iglesia se agudizó la polarización, los católicos que se oponían a los conservadores atacaban a Pío XII, dado que era visto como un símbolo de estos últimos, alimentando o utilizando argumentos recogidos de la “leyenda negra”.

Justicia histórica

El director de “L’Osservatore Romano” subraya que su libro no nace de un intento de defensa prejudicial del Papa, “pues Pío XII no tiene necesidad de apologetas que no ayudan a aclarar la cuestión histórica”.

Por lo que se refiere a los silencios de Pío XII, no sólo ante la persecución judía (denunciada sin bombo y platillo pero criticada de manera inequívoca en el mensaje navideño de 1942 y en el discurso a los cardenales del 2 de junio de 2943), sino también ante otros crímenes nazis, el historiador subraya que esta línea de comportamiento buscaba que no se agravara la situación de las víctimas, mientras el pontífice se movilizaba para ayudarles sobre el terreno.

“El mismo Pacelli se preguntó en varias ocasiones por esta actitud. Fue, por tanto, una opción consciente y dura para él de buscar la salvación del mayor número de vidas humanas en vez de denunciar continuamente el mal con el riesgo real de que los horrores fueran más grandes todavía”, explica Vian.

En el libro, Paolo Mieli, de origen judío, afirma en este sentido: “Aceptar las acusaciones contra Pacelli implica llevar al banquillo de los presuntos culpables, con las mismas acusaciones, a Roosevelt y Churchill, acusándoles de no haber pronunciado palabras más claras contra las persecuciones antisemitas”.

Recordando que miembros de su familia murieron en el Holocausto, Mieli ha dicho textualmente: “Me opongo a responsabilizar de la muerte de mis familiares a una persona que no tiene responsabilidad”.

El libro publica también un texto inédito del Saul Israel, escrito en 1944, cuando, con los demás judíos, había encontrado refugio en el convento de San Antonio, en la Vía Merulana de Roma.

Su hijo, Giorgio Israel, que participó en la presentación del libro, añadió: “No fue algún que otro convento o un gesto de piedad para pocos, y nadie puede pensar que toda esta solidaridad que ofrecieron las iglesias y conventos tuviera lugar sin que lo supiera el Papa o incluso sin su consentimiento. La leyenda contra Pío XII es la más absurda de todas las que circulan”.

Más allá de la leyenda negra

Vian explica, por último, que el libro que ha editado no pretende detenerse en la cuestión de la “leyenda negra”. Es más, “medio siglo después de la muerte de Pío XII (9 de octubre de 1958) y setenta años después de su elección (2 de marzo de 1939) parece crearse un nuevo acuerdo historiográfico sobre la importancia histórica de la figura y del pontificado de Eugenio Pacelli”.

El objetivo del libro es sobre todo contribuir a restituir a la historia y a la memoria de los católicos un Papa y un pontificado de importancia capital en muchísimos aspectos que, en la opinión pública, siguen quedando ofuscados por la polémica suscitada por la leyenda negra.

www.nuevoencuentro.com (17-6-09)

jueves, 18 de junio de 2009

La Iglesia, "luna" de Cristo

P. Ramiro Pellitero - Universidad de Navarra

Entre las “imágenes” de la Iglesia –las comparaciones o figuras que han servido para ilustrar su misterio– hay una que se puede considerar modesta o pequeña, en cuanto que no ha recibido mucha atención por parte de la teología. Y sin embargo es bien gráfica. Quizá por eso es una de las predilectas de los Padres de la Iglesia, que, desde Orígenes, la comparan con la luna, porque no tiene luz propia, sino que la recibe del sol. Dice por ejemplo San Ambrosio, mezclando esa simbología con el pensamiento de San Pablo: “De hecho la Iglesia no refulge con luz propia, sino con la luz de Cristo. Obtiene su esplendor del sol de la justicia, para poder decir después: vivo, pero ya no vivo yo, sino que vive en mí Cristo”.

Los Padres cristianizaron así un simbolismo constante, bien conocido por los expertos en la historia de las religiones: la luna simbolizaba a la vez la fecundidad y la fragilidad; la muerte y la caducidad de las cosas, pero también la esperanza y la resurrección, como imagen “patética y al mismo tiempo consoladora” (M. Eliade) de la existencia humana. Un himno babilónico canta a la luna como “cuerpo materno que da a luz todas las cosas”. Para los Padres, la luna venía a representar el mundo de los hombres, necesitado de Dios para ser fecundo; como la mujer concibe en virtud del semen que recibe.

Todo ello lo retomaba Joseph Ratzinger en su célebre conferencia de 1971: “¿Por qué permanezco en la Iglesia?”. Añadía lo que hoy sabemos: la luna de por sí es sólo desierto, arenas y rocas. Pero sigue siendo luz para la tierra. Y se preguntaba si no es ésta una imagen exacta de la Iglesia: “El hecho decisivo es que ella, aunque es solamente arena y rocas, es también luz en virtud de otro, del Señor: lo que no es suyo es verdaderamente suyo, su realidad más profunda, más aún, su naturaleza es precisamente la de no valer por sí misma sino sólo por lo que en ella no es suyo; existe en una expropiación continua; tiene una luz que no es suya y sin embargo constituye toda su esencia. Ella es luna –‘mysterium lunae’– y como tal interesa a los creyentes porque precisamente así exige una constante opción espiritual”.

Es conocido el eslogan que desde hace unos años se ha extendido en muchos ambientes: “Jesús sí, la Iglesia no”. Pues bien, hoy, cuando salen a la luz escándalos de cristianos y eclesiásticos que muestran el desierto y la roca contra la que puede chocar la credibilidad, es preciso seguir afirmando la necesidad de la Iglesia. Como dice la “carta a los buscadores de Dios” (Conferencia episcopal italiana, abril de 2009): “La Iglesia es necesaria para encontrar y acoger a Cristo en el corazón y en la vida. En la comunidad que escucha y proclama su palabra, que celebra los sacramentos de la salvación, que vive y testimonia la caridad, Él se hace presente, a pesar de los pecados y los anti-testimonios de los hijos de la Iglesia. Una comunidad de rostro humano, acogedora, viva en la fe y capaz de irradiar la alegría del Evangelio, es verdaderamente, en relación al Señor Jesús, como la luna respecto al sol: ella recoge de Cristo, verdadero Sol, los rayos de la luz que ilumina el mundo, y los ofrece generosamente en la noche del tiempo”.

Para la Biblia, la luna es medidora de la noche y referente central del calendario judío. Los salmos la comparan al reino mesiánico por su larga duración. El profeta Isaías anuncia bellamente que la luna se ruborizará ante la gloria del Señor en el último día. Y Joel anuncia que junto con el sol, la luna se oscurecerá como presagio del Juicio final. El Apocalipsis predice que el mundo nuevo (“la nueva Jerusalén”) no necesitará ni siquiera la luna, porque Dios mismo será su luz y ya no habrá más noche.
Todo ello se puede relacionar, en efecto, con la Iglesia que peregrina en la historia. Sobre la base del Apocalipsis (12,1), desde la Edad Media se representa a la Virgen Inmaculada de pie sobre la luna, como madre de la Iglesia y prefiguración suya. Un poeta español (Dámaso Alonso) llamó a María “luna grande de enero que sin rumor nos besa”.

Sí. A pesar de los escándalos que registra la historia y la actualidad, la Iglesia sigue proyectando la luz de Cristo, que dijo de sí mismo: “Yo soy la luz del mundo. Quien me sigue no andará en tinieblas”. Pero también de los cristianos –propiamente hablando, es decir de los que se esfuerzan por vivir el Evangelio con autenticidad–: “Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo”.

(publicado en www.cope.es 18-VI-2009)

viernes, 12 de junio de 2009

La "inminente" destrucción de la Iglesia

Sobre la película "Ángeles y Demonios"

Por Santiago Giraldo

El P. Bernard O’Connor, sacerdote canadiense y oficial de la Congregación para las Iglesias Orientales de la Santa Sede, que se encontraba en Roma cuando se filmaba la cinta. El padre, vestido de civil, se presentó como un turista y habló con el personal encargado de filmar la mencionada película, sin revelar su identidad de sacerdote.

El padre O’Connor escribió un artículo en la revista mensual “Inside the Vatican” contando su experiencia. Recoge el comentario de uno de los “encargados” que le dijo: “La miserable Iglesia está contra nosotros otra vez y nos está causando problemas”. Y refiriéndose a Dan Brown, el escritor del libro “Ángeles y demonios”, agregó: “como muchos de nosotros, él con frecuencia dice que haría cualquier cosa para demoler esta detestable institución, la Iglesia Católica. Y triunfaremos. Ya verás”. También dijo: “Al final de esta generación no existirá más la Iglesia católica, al menos no en Europa Occidental”.

En español se suele decir: “del dicho al hecho hay mucho trecho” y más cuando sobre la Iglesia católica existe una solemne profecía, dada por el mismo Hijo de Dios a Pedro, en Mt 16,18: “Y yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella”.

Da curiosidad saber cómo hará Dan Brown y su equipo para realizar su cometido. A lo mejor es verdad que ha encontrado la manera eficaz para poder producir en gran cantidad la poderosa sustancia llamada “antimateria”. De hecho, no sería difícil imaginar que él y su equipo sean los verdaderos illuminati.

Pero la destrucción de la Iglesia no es lo que debe preocupar. Lo que puede preocupar a los cristianos es la falsedad que va a quedar en la mente de muchas personas no creyentes, al ver la película, y la publicidad tergiversada sobre la Iglesia católica. Pero esto es algo providencial: no olvidemos que Dios puede sacar mucho bien del mal.

En días pasados, Jesús Colina, el director de la página de servicios informativos ZENIT, hizo una entrevista al P. John Wauck, de la prelatura del Opus Dei. En la última pregunta de la entrevista, sobre la publicidad “gratuita” que se le da a la película, el P. Wauck respondía: “¿Quién está haciendo publicidad a quién? Ésta es la cuestión. Posiblemente hay publicidad en las dos direcciones, pero si consideramos el tiempo, las energías y los millones de dólares empleados en la producción y promoción de esta película, yo diría que nosotros nos llevamos la mejor parte. Es decir, que quizá Dios está sirviéndose de Hollywood para atraer la atención de algunos sobre las riquezas de la fe y la cultura católicas”.

Da pena Dan Brown, a quien, como se dice vulgarmente, le va a salir “el tiro por la culata”. Queriendo difundir una historia que no corresponde a la realidad, Dan Brown suscita la curiosidad en muchos individuos no creyentes, que lejos de la polémica y de la malsana curiosidad, comprueban que la Iglesia católica es muy diversa de lo que una película con efectos especiales puede plasmar. Es más, hasta los efectos especiales se quedan cortos, cuando uno puede admirar y palpar la grandeza espiritual de las personas que marchan tras la senda de Jesús.

Hay una frase de John Neal que dice: “Le viene bien al hombre un poco de oposición. Las cometas se levantan contra el viento, no a favor de él”. Ojalá que esta película nos afirme más en la fe y en la alegría de llamarnos cristianos.

“Santo Tomás Moro”
Centro de Estudios Políticos y Sociales